viernes, 24 de junio de 2011

No os metáis con los políticos, chusma, que os caneo

Arcadi Espada, posando en plan mirada profunda. O intentando recordar dónde se ha olvidado las gafas.
Desde su tribuna de El Mundo, el señor Espada rompe una lanza (sobre los lomos de los indignantes) por los políticos españoles. El texto original se titula “Políticos Low Cost” y se puede consultar aquí. La edición anotada se puede consultar a continuación:
Los políticos (¿Y los banqueros no?) protagonizan las bravatas populistas del 15M. [bravatas populistas para empezar: que quede claro que hablamos de matones populacheros. Y eso no es algo a argumentar, es algo que se da tan por supuesto como el valor al soldado] Hay una cierta base empírica [forzados nos vemos a reconocer, aunque nos joda, que cuando el río suena agua lleva]. Desde que estalló la crisis, los políticos aparecen en los sondeos como una de las principales preocupaciones de los españoles. Aunque los sondeos no especifican que [por favor, yo soy mucho más listo que los sondeos; me hubieran preguntado a míla principal responsabilidad de los políticos en la crisis ha sido mentir al ciudadano sobre los límites de su gasto y practicar con él la adulación y el soborno emocional [En el fondo todo  es culpa vuestra, memos, por creéroslos. Pues ¿qué obligación tienen vuestros políticos de deciros la verdad?]. 
Algunas de las reivindicaciones de los indignantes [llamémoslos por algún mote desdeñoso, para dejar clara nuestra superioridad ética y estética sobre ellos] suponen la simple desaparición de la política democrática, [Apocalipsis Now! ¡Los bárbaros a las puertas de Roma!] al menos tal como España la ha conocido [el apocalipsis reducido a un simple cambio, quizá con aspiración de mejora: pero cualquier cambio es por principio deleznable para el buen conservador] en estos excepcionales años de su historia. Una de las principales preocupaciones de la transición fue, en efecto, la dignificación de la política [y vosotros, memos, creyendo que una de sus principales preocupaciones fue convertir la política en la expresión de la voluntad popular]. Con la mente puesta en la Restauración y en la República se pretendía que la política fuera un oficio bien pagado [mentira, nunca se pretendió tal cosa, pues no había que pretenderla: ya era un oficio bien pagado] al que no sólo pudieran dedicarse los hijos de papá [otra mentira: pocas veces se han dedicado a la política profesional los hijos de papá, por la sencilla razón de que pueden ganar más dinero entrando en el negocio de papá. La carrera política, como la carrera policial, la militar o la eclesiástica, siempre han sido escaleras para los hijos del proletariado o del campesinado con ganas trepar por la enredadera social]. El sueldo digno del político se percibía como una corrección igualitaria y un antídoto contra la corrupción. [otra mentira más; nunca se percibió como tal cosaY en sus privilegios se veía, de algún modo, la extensión democrática de los privilegios y hasta un noble orgullo de ciudadanía [no sé qué decir: si insistir en que es mentira o  avisar de los peligros de sentarse a escribir bajo los efectos de la marihuana].
La demagogia imperante quiere acabar hoy con eso [y yo creía, en mi ignorancia, que la supuesta demagogia imperante quiere acabar con la política como una actividad sólo destinada a  ejercer de oficina de colocaciones para los políticos, y devolverla a su original cometido de correa de transmisión de la voluntad popular]. Y se lanza a la desdeñosamente llamada «clase política» [no es un epíteto desdeñoso, es lo que es: la clase política. “Indignantes” es un epíteto desdeñoso. Por poner un ejemplo] este mensaje: ustedes van a vivir mañana mucho peor que ayer [ejem, el mensaje es más bien: ustedes tienen que cumplir con su deber mañana mucho mejor que ayerUn mensaje absolutamente insólito si se proyectara sobre maestros, enfermeras, jueces o científicos (¡pues es el mensaje que se les lanza constantemente! y a los albañiles, contables, periodistas, taberneros y sexadores de pollos] Es verdad que con estúpido y peligroso pesimismo [piensa positivo, no seas negativo, que me deprimes al personal] (siempre hay algo de profecía autocumplida en estos pronósticos)  [Si al final pasa lo que os teméis será culpa vuestra, por haberlo temido: cenizos, que sois unos cenizos] se anuncia la desaparición de una o dos generaciones de españoles y la posibilidad de que los hijos, por primera vez en la modernidad, vayan a vivir peor que los padres [señor Espada, esa profecía ya se ha cumplido, o autocumplido si lo prefiere: las generaciones jóvenes tienen ahora ya menos poder adquisitivo que sus padres, teniendo mayor nivel de estudios. Luego no es profecía de pitoniso, sino constatación de la realidad actual. O factual, si le gusta más]. Pero todo esto, al fin y al cabo, parece que pueda [SIC] pasar [¡que no, que ya está pasando! Asómese a alguna ventana de su torre de marfil y quítese por un instante las gafas de marfil; quizá así pueda verlo]. En el caso de los políticos, debe [SIC] pasar, por ley y conveniencia de la turba [turba: plebe, chusma, desarrapados que no respetan a sus mayores en edad, dignidad y, sobre todo, gobierno] callejera o internáutica, que ya es lo mismo.
Así pues es altamente improbable que después del arrasamiento general vaya a haber en España algún joven seriamente formado que quiera dedicarse al oficio público [de hecho, los campamentos del 15-M están llenos de jóvenes seriamente formados que quieren intervenir en la cosa pública: por eso están allí, precisamente]. Antes del cuestionamiento, empezaba a ser fama en España que lo que se dedicaba a la política era lo peor de cada casa [luego reconoce usted que el descrédito de la clase política viene de lejos, y no es cosa de los indignados/nantes, sino que ellos han recogido lo que, como el amor, ya estaba en el aire]. Lejos de corregirse, los rasgos que ya hacían de la política una profesión poco deseable (sueldos limitados [¿perdón?] dedicación implacable [¿¿perdón??] vulnerabilidad pública [¿¿¿perdón???] van a incrementarse. Se trata de una honda mala noticia. El principal problema de la política española no eran ni son los privilegios ni la corrupción, ambos en valores normales [Total, porque pongan la mano de vez en cuando… Señor Espada, que no suframos tanta corrupción como Somalia no quiere decir que no por aquí no tengamos lo nuestro. Y de todos modos el único valor normal de corrupción debería ser el cero patatero] (e incluso algo menos) [vale, menos que cero], respecto a la Unión Europea. El problema español era y es la competencia de sus políticos, su formación intelectual [sí, suelen ser tan paletos, no como en otros países más civilizados y neoliberales: fíjese usted en Berlusconi, o en George W. Bush] y el nivel de su debate. El problema, y siento decirlo [no lo siente en absoluto, no sea pillín, lo estaba deseando], es que Celia Villalobos o Leire Pajín hayan sido ministras [mujeres y socialdemócratas; uy, qué asco] en vez de estar en la Akademia [con k, para remachar su carácter okupa y/o kaleborrokero, sin tener que justificar cómo es posible que los marginales okupas tengan tanto poder de convocatoria o qué  afinidades puede tener la supuesta Akademia con la kale borroka, cuando tantas veces la ha condenado explícitamente] de la Puerta del Sol, debatiendo.

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