viernes, 20 de octubre de 2017

El gallego y el gabacho

Las fotos de las cumbres internacionales de líderes políticos suelen parecer robadas, pero la mayoría son más posadas que las del catálogo de lencería de Victoria's Secret. Todos esos líderes con pinta de charlar casual y coleguilmente por los pasillos o los jardines... cuando la mayoría no dicen ni media sin su traductor oficial. Esta foto, por ejemplo: No me consta que Macron, además de inglés, hable español, pero más le vale, porque me consta que Rajoy es el único idioma que sabe, y cuando le oigo hablar del pueblo que elige al alcalde, o viceversa, o de su partido que está condenado pero no imputado, o de lo mucho españoles que son los españoles, me inclino a pensar que ni siquiera.

viernes, 18 de agosto de 2017

Reflexiones en torno al atentado en Barcelona

Esto hoy ha pasado en mi ciudad, como mañana puede pasar en la tuya. Hoy ha sido Barcelona, sí. Antes fueron Nueva York, Alepo, Charlottesville, Madrid, París, Maiduguri, Londres, Kabul, Bagdad, Al Raqa, Quetta, Beirut, Mogadiscio, Mosul, Niza, Berlín, Estocolmo… Hace tiempo que estamos en guerra. Y el otro bando, esta nueva forma de terrorismo, no tiene territorio, ni proyecto. Son nihilistas, buscan la destrucción de la civilización por la destrucción misma. Y han encontrado la forma ideal de actuar: sin una organización articulada a la que poder atacar, sin necesidades de financiación. Son células autónomas que actúan cada una por su cuenta y con lo que cualquiera puede tener a mano: un automóvil, cuchillos de cocina. Un nuevo atentado siempre es posible.  Hoy fue al lado de mi casa, mañana será al lado de la tuya. Es así.

miércoles, 12 de julio de 2017

Patadas a un perro muerto

El proceso soberanista catalán está condenado al fracaso, porque no se dan las condiciones objetivas necesarias para su éxito. Que son, básicamente, tres, y detallaré más adelante.  Por falta de ellas, el procés es un perro muerto al que tertulianos, columnistas  y políticos del soberanismo catalán insisten en fingir que oyen ladrar, lo cual parece un poco idiota pero es comprensible, y al que tertulianos, columnistas y políticos de la derecha española insisten en seguir pegando patadas, lo cual parece un poco idiota, punto (aunque quizá sea más una cuestión de mala fe que de idiotez).

jueves, 4 de mayo de 2017

Lluis Llach, de L'estaca al estacazo

Mi interés por la nova —ahora vellacançó duro algo más que lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks, pero no mucho más. Sentí por ella  el interés lógico que podía sentir cualquier adolescente catalán durante los años setenta, pero éste se apagó en cuanto descubrí el rock; de pronto, Lou Reed, David Bowie, The Clash, Joy Division o Jim Morrison se me revelaron como mucho más interesantes que todos aquellos cantautores de pantalón de pana,  rasgueos de guitarra viuda y versificación previsible; y los bulliciosos chicos y las glamourosas chicas de la entonces recién estrenada movida madrileña (que incluía a los barceloneses Loquillo y los Trogloditas y Los Rebeldes) se me revelaron como muchísimo más divertidos.

martes, 28 de febrero de 2017

Bocados de realidad

Por el océano de las letras norteamericanas nada, cual ballena blanca, el mito de la GNA, la Gran Novela Americana, ese artefacto para captar literariamente el alma (americana) de una época al que innumerables Ahabs, desde Mark Twain hasta Jonathan Franzen (y más allá) han intentado arponear con mayor o menor éxito. Pero la literatura norteamericana no sólo dispone de esos grandes artefactos para captar literariamente el alma (americana) de una época; sus escritores se han mostrado también muy duchos en captarla mediante artefactos mucho más pequeños y funcionales, no ya grandes ballenas blancas, o rojas, o azules, sino flexibles bancos de pequeños peces. Pues la norteamericana es también, o sobre todo, una tradición literaria de narraciones breves. Mucho más que la francesa, por ejemplo, o sin duda la española, donde cuesta Dios y ayuda convencer a un editor para que te publique un volumen de relatos; los editores españoles viven instalados en la idea fija de que eso no vende.

lunes, 6 de febrero de 2017

Un James Bond de carajillo y Farias

Arturo Pérez-Reverte entró en el despacho, saludó a su editor y se recostó en la butaca que éste le indicó, listo para afrontar la habitual letanía de alabanzas. El editor puso la mano sobre un grueso ejemplar de Hombres buenos, su última novela, un tocho histórico complejo, largo, lleno de erudición, aventuras al estilo Dumas y referencias a su querida Real Academia de la Lengua. Pérez-Reverte se sentía muy orgulloso de esa obra, la consideraba uno de sus mejores trabajos.
—Una gran novela, Arturo. Muy en tu línea. Pero…
—¿Pero?
—¿No te has planteado escribir algo más ligero, más popular?