Mi interés por la nova —ahora vella— cançó duro algo más que lo que duran
dos peces de hielo en un whisky on the rocks, pero no mucho más. Sentí por ella
el interés lógico que podía sentir
cualquier adolescente catalán durante los años setenta, pero éste se apagó en
cuanto descubrí el rock; de pronto, Lou Reed, David Bowie, The Clash, Joy Division o Jim
Morrison se me revelaron como mucho más interesantes que todos aquellos
cantautores de pantalón de pana, rasgueos de guitarra viuda y versificación
previsible; y los bulliciosos chicos y las glamourosas chicas de la entonces recién estrenada movida
madrileña (que incluía a los barceloneses Loquillo y los Trogloditas y Los
Rebeldes) se me revelaron como muchísimo más divertidos.
jueves, 4 de mayo de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)